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«Una madre no supo lo que en ella había de ternura, paciencia, ingenuidad, e incluso de fortaleza física hasta que un hijo vino a pedírselo todo.»
Hay temas que no siempre resultan fáciles de abordar. El tema que presento es uno de ellos.
Los términos: «hijos problemáticos», «niños problema», «niños difíciles» y otros parecidos son términos tan amplios y complejos que resulta francamente difícil hacer de ellos una definición adecuada y clarificadora. La dificultad radica en conceptos sinónimos a ellos, pero de mayor universalidad. La propia definición de «normal» y «patológico» implica multitud de dificultades, como señaló Laín Entralgo (1950). Para hablar de normal o anormal, no se pueden hacer generalizaciones, sino muy al contrario, se ha de tener en cuenta el ser concreto con su historia y la sociedad en la que vive. Ajuriaguerra (1975) al hablar de persona normal, dice que es aquella que «se asimila activamente con el mundo, y no se acomoda pasivamente cuando supera sus deficiencias y acomoda su organismo para utilizar al máximo sus posibilidades sin desorganizarse». El mismo autor considera que la enfermedad (anormalidad) es para el niño «una no adaptación a las exigencias íntimas y a las del mundo externo, unida a una incapacidad e imposibilidad descentradora».
A pesar de todo lo complejo que resulta, se puede señalar la adaptación como la característica más importante. El niño que se adapta al mundo social que le rodea, que interioriza sus normas y las aplica, que mantiene relaciones positivas, que supera las etapas egocéntricas y se hace solidario con los demás es un niño psicológicamente sano.
Cuando hablo de «hijos problemáticos», no me estoy refiriendo a los problemas que dan los hijos, que siempre dan alguno a sus familias, ni a esos problemas cotidianos y pasajeros o a esas crisis evolutivas, que suelen ser positivas para el desarrollo de la personalidad, sino me estoy refiriendo a esos otros hijos que no quieren o no pueden comunicarse, que tienen grandes dificultades de adaptación, que continuamente generan discordias, que generalmente están tristes, que año tras año fracasan en sus estudios, etc.
La brevedad de la exposición y la extensión de los temas me han obligado a reseñar tan sólo lo que he considerado más importante en orden a dar unas líneas de orientación a padres y educadores. En la bibliografía se han incluido obras sobre cada uno de los temas que se exponen, al objeto de que los que quieran profundizar o conocer mejor un determinado trastorno o deficiencia puedan consultarlas.
Mi exposición versará principalmente sobre problemas funcionales o perturbaciones psicosociales, dejando a un lado problemas orgánicos o enfermedades crónicas. Con este criterio, no se tratarán trastornos motores o sensoriales (parálisis, sorderas, cegueras ...), tampoco se tratarán las deficiencias mentales, aunque todos estos trastornos y dificultades hacen de los niños que las padecen personalidades especiales y son en muchos casos generadoras de otros tantos problemas.
Voy a dividir en tres bloques o apartados los problemas a tratar, especificando en cada bloque los aspectos de mayor importancia:
Siguiendo las indicaciones de Ajuriaguerra, voy a dividir en tres grupos los problemas comportamentales:
La maduración neuropsicológica del niño es la base del sistema funcional. El sistema nervioso se organiza y evoluciona a través de las diferentes etapas evolutivas como sistema mecánico para la acción, pero a la vez, la conducta del niño no sólo es mecánica, sino también creadora y abierta a un extenso campo receptivo. Madurez neurológica y madurez psicológica han de ir paralelas.
Algunas funciones de las indicadas pueden desorganizarse en los niños por falta de aferencias o por desórdenes en las primeras relaciones. Estos desórdenes dan lugar a una diversidad de trastornos que reciben diferentes nombres según qué áreas estén afectadas.
Dichas reacciones son comportamientos infantiles caracterizados por una actividad motora excesiva, falta de atención, impulsividad, falta de autocontrol y, a veces, irritación y agresividad.
Según algunos autores es uno de los problemas más frecuentes que se dan en la infancia (Rutter, 1970; Rutter y Garmzy, 1983; Achembach y Edelbrock, 1978). Suele ser más frecuente en los niños que en las niñas. En cuanto a las causas de estas reacciones se han apuntado varias, tanto orgánicas (factores neurológicos, retraso madurativo, complicaciones perinatales, alergias) como psicosociales (mal clima familiar, alcoholismo, nivel socioeconómico) .
En el tratamiento de estos niños, la colaboración de los padres es esencial, ya que a estos niños no se les puede separar del hogar familiar. Los padres deben colaborar activamente en los programas de tratamiento. Deben prestar al niño toda la atención posible, escuchándole y hablándole. Se debe también motivar lo más posible a estos niños. Las relaciones de los padres con el profesor han de ser continuas para poder llevar un programa de tratamiento conjunto. Procurarán los padres dar seguridad a su hijo, que el niño se sienta seguro, ya que algunos de estos síntomas vienen producidos por inseguridad.
En cuanto a los accesos de ira y agresividad, los padres deben permanecer en una cierta indiferencia; deben procurar una buena organización de las actividades que el niño ha de desarrollar.
Los celos en los niños siguen casi siempre al nacimiento de un hermano. Estos celos pueden adoptar diferentes formas de manifestarse; las manifestaciones van desde estados superficiales de envidias hasta manifestaciones mucho más graves.
Entre las formas más frecuentes de manifestaciones celotípicas se pueden enumerar:
Si el cuadro se agrava necesita tratamiento psicológico.
Como prevención a estos estados, antes del nacimiento del hermano los padres darán al niño una información adecuada. Después del nacimiento se debe mostrar el mismo afecto que antes se le manifestaba, tratando en todo momento de vincularle al hermano para que el pequeño forme parte de su vida.
Ajuriaguerra ha definido la enuresis como «la falta de control de la emisión de orina, tanto diurna como nocturna, aparentemente involuntaria, que se mantiene o aparece una vez pasada la edad en que se adquiere la madurez fisiológica, tradicionalmente considerada a la edad de tres años».
Entre las causas que se han señalado de la enuresis están:
Puede ocurrir que el niño no aprenda a controlar el esfínter por presión excesiva de los padres o, por el contrario, una blandura acentuada hacia el niño; es preciso no sobreproteger al niño en exceso.
Cuando no existen causas orgánicas aparentes de la enuresis, hemos de considerar que son debidas a causas psíquicas; en este caso la familia deberá tener presente una serie de consejos, tales como: educar la micción diurna para prevenir la enuresis por la noche, despertar al niño para orinar si se sabe la hora de la incontinencia; dar confianza al niño y quitarle todo sentimiento de culpabilidad; no proteger en exceso al niño; reducir los conflictos si hubiere; recompensarle con pequeñas satisfacciones, que pueden ser estímulos verbales, los días que controle el esfínter, etc.
La «anorexia mental» viene definida por una falta de apetito. Su frecuencia es mayor en la adolescencia, aunque también puede producirse en la primera infancia o etapas sucesivas. No existen causas orgánicas que la provoquen y afecta más a las mujeres que a los varones.
Algunos autores han descrito la familia donde suelen darse hijos anoréxicos, como una familia con malas relaciones de hijos y padres y con tensiones entre los miembros, aunque aparentemente son hogares normales.
Hay terapeutas que consideran que para curar la anorexia es necesario separar al paciente del hogar por un tiempo. Se recomienda también psicoterapia para hacer comprender al paciente su situación y restablecer relaciones normales con su familia y con el entorno social.
Los miedos. En los niños son frecuentes los miedos antes de dormirse, estos miedos hacen su aparición alrededor de los tres años. Son miedos a objetos, fantasmas, animales, etc. Suelen ser miedos pasajeros y que los padres deben saber calmar en sus hijos.
Pesadillas y terrores nocturnos. Algunos autores hacen una distinción entre pesadillas y terrores nocturnos, otros, por el contrario, consideran que la diferencia estriba en la intensidad. Las pesadillas serían hasta cierto punto normales, mientras los terrores tendrían ya un componente neurótico importante.
En estado de terror nocturno, el niño se despierta, dando muestras de una fuerte tensión y angustia, sentándose en la cama o levantándose; a la mañana siguiente, el niño no se acordará de nada.
Los padres deberán calmar al niño, hablándole y acariciándole. En general suelen desaparecer.
Sonambulismo. Aparece ya a los siete años. El niño se levanta de la cama, deambula durante un tiempo, para después volver a la cama.
Parecen existir componentes de ansiedad asociados a este síntoma.
Es un conjunto de síndromes con una gravedad mayor de los hasta aquí expuestos. Toda la personalidad queda como polarizada hacia el problema patógeno adoptando un conjunto de síntomas de menor o mayor gravedad.
Tres son los síndromes principales: las organizaciones neuróticas infantiles, las psicosis infantiles y el autismo.
A diferencia de los adultos, la personalidad en los niños no está sólidamente formada, es por ello por lo que a nivel infantil no se puede hablar de «neurosis» propiamente dichas, sino más bien de síntomas organizados que tienen una semejanza con las neurosis de los adultos. Las neurosis son patologías de la conducta en las que el paciente no pierde la conciencia de sí mismo a diferencia de los trastornos psicológicos más profundos.
Se suelen clasificar los estados neuróticos en cuatro clases: Estados de angustia, estados fóbicos, estados obsesivos y estados histéricos.
Estados de angustia o ansiedad. El miedo y el temor son sentimientos que forman parte del ser humano. Algunos investigadores han afirmado que la angustia se encuentra ya en los niños desde el nacimiento, otros, al contrario, consideran que aparece alrededor del octavo mes.
En los niños pueden darse reacciones de angustia episódicas, son crisis pasajeras, normalmente asociadas a algunos tipos de enfermedades y que suelen durar lo que dura el acontecimiento que las desencadenó. Resultan menos pasajeras y, por tanto, más graves las reacciones de angustia agudas o ansiedad crónica, estos estados se inician por lo general, de forma brusca, el niño grita, tiembla y llora sin causa aparente que lo justifique; después de estas crisis, los niños quedan cansados. Suelen durar algún tiempo, a intervalos el niño entra en un estado de ansiedad manifiesta.
Es muy común en los padres que para tranquilizar al niño no se hable de la situación. Sin embargo, es conveniente que el niño exprese sus sentimientos y temores y que se le deje hablar.
Se ha comprobado que en algunos niños estos estados de ansiedad sobreviene con el nacimiento de un hermano, por temor del niño a ser abandonado por su madre; en estos casos, es preciso que se hable con el niño y se siga manifestando hacia él el mismo afecto que antes del nacimiento de su hermano.
Cuando los estados de ansiedad se hacen crónicos, persistentes a través del tiempo, suelen producirse una serie de alteraciones físicas, motoras o viscerales. Estos niños están constantemente intranquilos, tensos y conflictivos.
Es necesario prevenir estos estados; el niño debe sentirse perdonado y comprendido en sus errores. Cuidado con culpabilizar las acciones del niño. En casos muy agudos necesitará tratamiento psicológico.
Estados fóbicos. Estos estados son manifestaciones de temor injustificado a ciertos objetos, seres o situaciones; es un temor tan intenso que domina al niño por completo. Estos temores pueden ser normales en los niños y remiten solos. Cuando el temor dura años puede considerarse patológico.
Los padres deberán actuar con paciencia con el niño que manifiesta estos temores; han de dar seguridad a sus hijos.
Estados obsesivos. Aunque en los niños no se dan como en los adultos auténticos estados obsesivos, sí existen en algunos niños ciertos síntomas o ritualismos repetitivos; entre estos síntomas están los «ritos del adormecimiento». El niño no puede dormirse si no realiza un determinado número de actos o ha de dormir con su juguete preferido.
Los padres no deberán ser excesivamente rígidos con estos niños y les deben dejar un mayor margen de libertad y espontaneidad, no cargarles de preceptos a una edad temprana.
Estados histéricos. Estas manifestaciones son raras en la infancia y no suelen aparecer antes de los cuatro años. La histeria es una neurosis cuya característica principal es el síndrome de conversión, esto es, disfunciones o trastornos corporales motivados por causas psicológicas. Estos síntomas pueden estar asociados a problemas motores (parálisis, desequilibrio en la marcha ...), problemas sensoriales (cegueras, sorderas, anestesias ...), problemas viscerales (vómitos, hipo, crisis respiratorias ...) y pueden asociarse también a las llamadas «crisis histéricas», que hacen recordar a las crisis epilépticas.
Se ha dicho que estos niños proceden de una familia típica, cuya organización es tener una madre hiperprotectora y ansiosa junto a un padre pasivo que tiene poca influencia en la actitud de la madre hacia su hijo.
En los niños hay una remisión de síntomas con el crecimiento; si estos síntomas siguen en la adolescencia la gravedad puede ser mayor.
El sentido del término psicosis es muy amplio y bajo esta denominación se estudian un conjunto de enfermedades mentales, que tienen de común un deterioro profundo de la personalidad con pérdida de identidad del propio paciente, con grandes dificultades en la relación con los demás y una especie de ensimismamiento del sujeto.
Normalmente se emplea el término psicosis esquizofrénica infantil para las psicosis que surgen tardíamente en la infancia, mientras que el término autismo se refiere a la psicosis que surge antes de los 30 meses de vida.
El niño tras un período de normalidad comienza a tener síntomas de repliegue, incomunicación y aislamiento. En estos niños el contacto es superficial; realizan movimientos estereotipados; se alteran ante cualquier cambio; tienen dificultades de lenguaje, un lenguaje que se caracteriza por ser monótono y repetitivo, a veces incoherente y difícil de entender; confunden conceptos básicos; tienen dificultades en cualquier tipo de aprendizaje; la inteligencia, particularmente en algunas funciones, se encuentra bien conservada. Cuando estos síntomas aparecen en edad escolar suelen aparecer de manera brusca acompañados de ideas delirantes y alucinaciones.
Todos estos casos necesitan tratamiento. Se debe procurar que el tratamiento sea en el ámbito familiar o en régimen ambulatorio. Los padres no deberán culpar o culparse sino afrontar el problema con la mayor serenidad posible. Han de tratar continuamente comunicarse con su hijo y que éste se comunique con ellos para no dejarle replegado sobre sí mismo. Rodeado el niño de un buen contacto afectivo, sin duda que se le ayudará a superar una parte de su enfermedad. Se ha de procurar motivarle con objetos por los que pueda sentir alguna atracción.
En el año 1943, Kanner observó y estudió a 11 niños que presentaban un síndrome semejante y que hasta ese momento no se había descrito. Estos niños tenían incapacidad para establecer relaciones con otras personas, retraso en la adquisición del habla, inversión pronominal, juegos repetitivos, carencia de imaginación, buena memoria mecánica y aspecto físico normal. Estas anormalidades ya se evidenciaban en la primera infancia. Kanner denominó a este síndrome «autismo». A partir de entonces ha sido uno de los síndromes infantiles más estudiados. Según el DSM III (1983), dice del autismo que «la sintomatología principal consiste en una falta de respuesta ante los demás (autismo), deterioro importante en las habilidades de la comunicación y respuestas raras o extrañas a diferentes aspectos del medio ambiente, todo ello desarrollado dentro de los treinta primeros meses de la vida.
O'Gorman (1970) ha descrito algunos de los síntomas más importantes del autismo:
Muchos autores opinan que el problema central del autista está en la imposibilidad del niño para manejar símbolos, afectando primordialmente al lenguaje y a la comunicación. Pero, a parte de esto, están presentes otro tipo de trastornos.
Unos autores opinan que las causas del autismo son psicológicas, los niños son normales al nacer, pero su desarrollo emocional queda perturbado por el ambiente familiar; otros, en cambio, opinan que el autismo se debe a causas orgánicas principalmente trastornos cerebrales.
Si los padres detectaran precozmente síntomas autistas en sus hijos, deberán acudir lo antes posible al especialista. Se ha de observar principalmente, si en su hijo existe distanciamiento social, si frecuentemente el niño rechaza ser cogido o esquiva los contactos de relación, si no responde con balbuceos o sonidos a la madre, ya que los niños desde muy temprano adoptan esta conducta.
Aunque el bebé no reaccione, el padre y la madre deberán darle un contacto físico por medio de abrazos o caricias. Se ha de procurar hablar con el bebé, aunque no responda y responder a sus balbuceos. Procurar más adelante que el niño tome relación con sus hermanos y otros familiares. El mejor ambiente para un niño autista es una familia acogedora y afectuosa. Los padres tendrán un importante papel en el tratamiento y educación especial que estos niños han de llevar.
Aunque la mayoría de los problemas no pueden desvincularse de los grupos sociales a los que el individuo pertenece, sin embargo, existe un conjunto de problemas que tiene una especial relación con la sociedad, bien porque el grupo social es causa o motivo principal del problema, bien por su repercusión en los grupos sociales y sociedad en general en la que el enfermo está. Voy a exponer dos de estos problemas por la extensión e importancia que han adquirido en nuestra época. Me refiero a la delincuencia y a la drogodependencia.
La delincuencia principalmente comporta tres aspectos: un aspecto jurídico, un aspecto social y un aspecto moral.
Los grupos sociales están sometidos a leyes que regulan las relaciones de sus miembros, los delitos contra esas leyes se consideran actos delictivos.
Desde un punto de vista social, también existen unos comportamientos regulados por la propia sociedad donde el individuo está inscrito, estas normas mantienen el equilibrio social; el no cumplimiento de las normas supondría un comportamiento antisocial. En la base delictiva está un comportamiento antisocial.
Desde un punto de vista moral, la delincuencia estaría referida a un conjunto de normas, admitidas interiormente y que vinculan en conciencia a determinados comportamientos.
Estos tres criterios son muy fluctuantes a través del tiempo.
La frecuencia delictiva en el mundo es muy alta y el aumento de las últimas décadas es un grave problema social.
Los aspectos sociales y familiares tienen una gran importancia. Para muchos autores la causa principal de la delincuencia es el ambiente social, que puede hacer de los individuos personas adaptadas o delincuentes. Los medios de comunicación en nuestros tiempos tienen también un importante papel junto con los factores económicos. Para otros autores es el medio familiar el factor más importante de prevención de la delincuencia. Si los niños se crían en un ambiente malsano donde no existen relaciones favorables o, lo que es peor, existen relaciones que deterioran el desarrollo solidario de la personalidad, se están poniendo las bases para un futuro delincuente.
Según la Organización Mundial de la Salud, se entiende por droga a «toda sustancia que, introducida en un organismo, puede modificar una o varias de sus funciones».
El estado de drogodependencia puede ser de costumbre, sin que la abstinencia tenga perturbaciones desagradables, de tolerancia, que lleva consigo una necesidad de aumentar las dosis, de hábito, imperiosa necesidad con dependencia física y psíquica.
Se han dado muchas clasificaciones de droga, se puede decir que en general se distinguen tres grupos principales:
El aumento de droga en el mundo ha sido espectacular desde los años sesenta, afectando en gran medida a la juventud. En España en el año 1975 se produjo un aumento considerable de tráfico y consumo que por desgracia no ha disminuido.
La Organización Mundial de la Salud (1978) ha señalado que existen tres niveles de prevención:
El papel de la escuela es fundamental en la prevención. Los maestros y educadores, asesorados por especialistas, han de informar sobre los peligros personales y sociales que corren los consumidores de droga. También en el nivel universitario debería haber una mayor información.
Cuando en una familia existe un miembro drogodependiente, el papel de ésta es fundamental para la rehabilitación. Según indican Grana y García (1986), la familia ha de asumir dos modalidades de intervención: intervención familiar individual y la Escuela de Padres.
La principal función del lenguaje es la comunicación, aunque ésta no sea la única. Para el empleo de una lengua se necesita previamente dominar una serie de capacidades sensoriomotoras, perceptivas, práxicas y cognitivas. Ya desde los comienzos de la vida el niño se comunica con el llanto, la sonrisa y el balbuceo; posteriormente, el niño comienza a emitir sonidos (pa-pa, ta-ta ...), es alrededor de los 8 meses. Entre los 9 y 18 meses aparecen ecolalias, el niño repite sonidos por imitación, puede alcanzar a emitir alrededor de 15 palabras y comprende órdenes sencillas. Entre los 18 y 36 meses podrá manejar hasta 100 palabras y emplea el "yo", el "mío" y el "tuyo". Entre 3 y 7 años desarrolla un lenguaje interior y perfecciona su expresión. Al final de esta etapa el niño maneja aproximadamente 2.500 palabras y se puede considerar que posee una determinada lengua, desde ahora el niño aumentará su vocabulario y conocimientos.
La simple emisión de sonidos comporta un aspecto fisiológico, pero el lenguaje además es un símbolo. La ideación y comprención son factores fundamentales. El ambiente exterior tiene un importante papel en el desarrollo o bloqueo de este lenguaje.
Al hablar del lenguaje se ha de tener en cuenta este doble aspecto: un aspecto fisiológico y un aspecto psicológico con funciones determinadas cada uno de ellos, como se puede observar en el esquema:
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Por deficiencias en alguna de estas funciones el lenguaje puede quedar alterado, ya sea en sus primeros comienzos o en etapas posteriores. Partiendo de etiologías o síntomas diferentes se han dado diversas nominaciones a las diferentes anomalías que pueden aparecer en el lenguaje; voy a centrarme en tres de estas perturbaciones: las dislalias, las disfemias y las afasias.
El término dislalia corresponde a un trastorno o déficit en la articulación de los fonemas (dis=dificultad; laleim=habla).
La dislalia es una de las dificultades que se presentan con mayor frecuencia entre los niños. Los síntomas más importantes que se observan son:
Entre las causas de este tipo de alteraciones están: malformaciones en los órganos del habla, por lo que tiene una dificultad para articular (disglosia); audición deficiente; problemas respiratorios; tensión muscular; inadaptación familiar; perturbaciones afectivas; etc.
El no corregir a tiempo estos problemas puede provocar en el niño sentimientos de inferioridad frente a otros compañeros y ciertos desajustes en el aprendizaje escolar. Los padres deberían acudir a un especialista para su rehabilitación. Básicamente, el tratamiento consistirá en una serie de ejercicios cuyo objetivo será normalizar la articulación:
La disfemia o tartamudez es una perturbación del habla que se caracteriza por la repetición o bloqueo de la palabra.
Se han distinguido dos clases de disfemias que pueden ir separadas o juntas: una es la disfemia clónica, cuando el sujeto repite algunos fonemas al hablar, la otra es la disfemia tónica, ésta tiene lugar cuando existen paros en la emisión de algunos fonemas. Parece que el tartamudeo suele iniciarse al comienzo de la escuela primaria. Se han señalado como causas de este trastorno, de una parte, problemas motores y de dominancia lateral, de otra, factores psicológicos o emocionales.
La labor de los padres consistirá en reducir la angustia del niño y en lo posible enseñarle a pronunciar pausadamente, con paciencia. Si persiste sería aconsejable acudir a un especialista. Su corrección no tiene grandes dificultades.
Según Perelló se entiende por afasia a «la incapacidad de reconocer los sonidos del lenguaje o la incapacidad de reproducirlos» (Perelló, 1971). La afasia es, pues, el producto de una incapacidad de reconocimiento de fonemas (agnosia: a= sin y gnosis = conocimiento) o la imposibilidad de reproducir los fonemas, aun reconociéndolos (apraxia: a = sin y praxis = acción, realización).
La sintomatología que presenta es la desaparición total o parcial del lenguaje hablado y escrito. Las causas de la afasia son orgánicas: infecciones cerebrales, trombosis, traumatismos craneocefálicos, etc. Es clásica la distinción en dos tipos de afasia: afasia motora o de Broca que se caracteriza por la imposibilidad de hablar, y la afasia sensorial o de Wernicke que presenta incapacidad de comprensión del lenguaje. Ambos tipos pueden ir separados o juntos. La afasia motora tiene un pronóstico mejor que la sensorial.
Algunos autores distinguen un síndrome diferente al de la afasia que se ha descrito, a dicho síndrome se le denomina: disfasia.
La disfasia es también una pérdida del habla, pero es un síndrome más complejo que el afásico. Es un síndrome de carácter no orgánico que se produce en la adquisición del habla. El niño disfásico no podrá resolver problemas de complejidad media, por eso con el tiempo, algunos de estos niños presentan un retraso intelectual o síntomas psicóticos. Entre los síntomas que la disfasia presenta diferentes a la afasia están:
Todos estos niños necesitan rehabilitación, a veces bastante larga. Se ha de comenzar el tratamiento lo antes posible, por lo que se considera de gran importancia la detección precoz de síntomas disfásicos; para esta detección, como ya he dicho al hablar de otros tipos de déficits, los padres tienen el principal papel. La rehabilitación debe iniciarse a ser posible a los tres años. También la estimulación precoz del lenguaje es una tarea que puede realizar la propia familia, por ejemplo: atrayendo continuamente la atención del niño; aumentando esta atención; hablando continuamente con él, aunque el niño no entienda o no responda; respondiéndole, siempre que el niño intente comunicarse; llamándole habitualmente por su nombre; mirándole a los ojos mientras se le habla. También se le puede estimular mediante órdenes sencillas: pedir que señale diferentes partes de su cuerpo, señalar objetos que hay en la casa, señalar diferentes prendas de vestir, traer o llevar objetos, etc.
Es frecuente que cuando los niños no hablan o hablan poco la familia habla también poco con ellos; se ha de hablar prescindiendo que el niño responda o no.
La escuela va a representar para el niño un nuevo ambiente, diferente al ambiente familiar al que estaba acostumbrado. Para poder lograr los objetivos que la misma marca, el niño deberá adaptarse a este nuevo ambiente. Aunque en la actualidad existe una mayor concienciación por parte del maestro de adecuar las programaciones a los alumnos, sin embargo, el alumno necesita también una adaptación a grupos y a actividades diferentes que hasta el momento no había tenido que hacer. Hay niños que se acoplan bien a la nueva situación, otros, por el contrario, no se ajustan lo suficiente como para poder llevar sus aprendizajes en correspondencia con la normativa. Estos niños comienzan a tener síntomas de ansiedad con el subsiguiente fracaso escolar.
En este apartado voy a exponer algunas de las dificultades que tienen en la escuela algunos niños y que se dan con relativa frecuencia: la fobia escolar, la dislexia y el fracaso escolar.
Al hablar de fobia escolar se está haciendo referencia al rechazo escolar. Pero el motivo del rechazo puede ser muy variado. Debemos distinguir, al menos, entre niños que rechazan la escuela por desórdenes en su propia conducta, incluyendo los niños delincuentes o con síntomas delictivos, y niños que rechazan la escuela porque ella es causa de ansiedad sin que exista en ellos otro factor de rechazo. En este último caso es donde debemos incluir la fobia escolar. El niño al tener que ir a la escuela se encoleriza, llora y patalea; en ocasiones este rechazo se manifiesta con vómitos, dolores abdominales, cefaleas, etc.
Por lo general la fobia de principio de escolarización termina pronto y el niño se integra en la escuela sin ningún tipo de trauma. Otras veces, la fobia escolar persiste, en estos casos sería conveniente un tratamiento para prevenir el fracaso.
Algunos autores han señalado que este problema proviene de una mala relación del niño con sus padres, ya por una frialdad en las relaciones o por unas relaciones superprotectoras. En estos casos quizá fuera conveniente un tratamiento de los padres.
Por lo general se deberá integrar al niño lo antes posible en el grupo escolar y remediar las circunstancias que generan ansiedad.
Con frecuencia se habla en los ambientes escolares de niños disléxicos hasta el punto que el término dislexia ha pasado a ser un término del dominio común.
Aunque por lo general el síndrome disléxico comporta también disgrafia y discalculia, sin embargo, no siempre es así, de forma que hay niños que siendo disgráficos o discalcúlicos no son disléxicos. Por este motivo he querido aclarar cada uno de estos términos.
La dislexia es un trastorno de la lectura sin que existan deficiencias fonoarticulatorias, sensoriales, psíquicas o intelectuales.
La disgrafia es un trastorno de la escritura que puede afectar a la forma o significado de la misma. Como la dislexia se presenta en niños sin deficiencias sensoriales, psíquicas o intelectuales.
La discalculia es un trastorno en la capacidad de calcular. No se relaciona con el nivel intelectual bajo ni con deficiencias sensoriales o psíquicas.
Hay autores que mantienen la teoría que la causa de la dislexia es un factor constitucional o déficit cerebral. Otros centran su atención en factores psicológicos. Para la gran mayoría de los autores son muchos los factores que pueden llevar al niño a ser disléxico, entre ellos:
Entre los diferentes errores que cometen los niños disléxicos están:
Las dificultades que estos niños presentan para poder leer, escribir y calcular tienen una repercusión directa en los demás aprendizajes, por ser éstos la base de los otros. En muchos casos estas dificultades suponen una angustia grande para el niño.
El niño disléxico necesita tratamiento lo antes posible. En muchos casos los padres pueden detectar síntomas disléxicos, han de colaborar con sus hijos en la realización de ejercicios correctivos.
Al hablar de dificultades del aprendizaje me estoy refiriendo a un término tan amplio y complejo que resulta imposible definir. Las causas por las que un alumno no aprende y como consecuencia tiene un fracaso escolar, son tan variadas que no se pueden determinar fácilmente. En términos generales no es una la causa, sino una concatenación de ellas la que hace que el alumno no rinda lo suficiente. A veces niños con un magnífico potencial intelectual encuentran graves dificultades y obtienen un rotundo fracaso en los estudios. Además de las capacidades debemos considerar otros factores psicosociales, como: problemas emocionales, lagunas de conocimientos, malos métodos de enseñanza, etc. Como indican algunos estudios, determinados niños superdotados fracasan en los estudios al adoptar una postura de indiferencia ante los mismos estudios; por otra parte, no siempre la escuela está a la altura de las exigencias de estos niños.
Ante un fracaso escolar deben buscarse las causas generadoras del fracaso, a ser posible serán equipos multiprofesionales quienes deberán hacer el diagnóstico y un programa de desarrollo individual para su tratamiento. Siguiendo las directrices de estos programas con clases de apoyo o especiales muchos de estos alumnos podrían superar estas deficiencias o mejorar sus rendimientos académicos.